8.28.2013

Las amistades peligrosas (o de por qué Merteuil y Valmont son mis favoritos)

CARTA CLII: LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT El Valmont que yo amaba era encantador. Convengo en que nunca encontré un hombre más digno de amor. ¡Ah! le ruego, vizconde, que si lo encuentra me lo envíe; siempre será bien recibido.

Adiós, vizconde, vuélvase amable. Yo no le pido más sino que sea usted seductor; y cuando de ello me convenza, me comprometo a demostrárselo. En realidad, soy muy buena.


CARTA CLIII: EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DE MERTEUIL No será ridículo que le diga que desde este momento seré su amante o su enemigo.

Conozco que esta elección le será penosa; que le convendría mejor modificarla, y no ignoro que usted no gusta de verse colocada entre el sí y el no; pero usted conoce que yo no puedo dejarla salir de tan estrecho círculo sin ser burlado, y usted ha debido prever que yo no lo sufriría. Toca a usted decidir; puedo dejar la elección, pero no quedar en la duda.

Le prevengo que no me engañará con sus razonamientos, buenos o malos; que no me seducirá por los ardides con que evita las decisiones, y que, en fin, ha llegado el momento de la franqueza. Doy a usted el ejemplo, y declaro con placer que prefiero la paz y la unión; pero si fuera preciso romperlas, tengo derecho y los medios.

Añado que el menor obstáculo por su parte será tenido por una declaración de guerra. Vea usted que la respuesta que pido no exige largas ni prolijas frases.
Bastan dos palabras.
París, 4 de diciembre de 17...

Respuesta de la marquesa de Merteuil, escrita al final de la misma carta: ¡Pues bien! la guerra.

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